MARITZA BARRETO

jueves, diciembre 11, 2014

PSICOANÁLISIS

Desde la Envidia a la Gratitud

Existe una evolución en los afectos, así como en el dibujo o en el habla. El niño dibuja, por ejemplo, la figura humana, al principio como un círculo con palotes que, dice, son los brazos y las piernas. Más adelante irá agregando detalles hasta lograr dibujar una figura humana reconocible como tal y ya adulto puede llegar a ser un retratista. Más fácil de observar es en el habla: un bebé de diez meses de edad emite sonidos que llamamos “laleo”; a los dos años de edad ya puede decir varias palabras comprensibles, pero a los diez años de edad ya ha adquirido el habla de un adulto.
Análogamente, los afectos también evolucionan desde que nacemos hasta la edad adulta. Uno de los afectos más primitivos es  la envidia. El bebé, desde el momento que reconoce a un Otro, que generalmente es la madre que acude a su llanto para satisfacerlo, se sabe dependiente, idealiza a ese Otro invistiéndolo de todo poder, entonces lo envidia, lo odia y quiere destruirlo. Es por eso que en la clínica, cuando detectamos que un paciente envidia y odia al objeto amado, entendemos que sus afectos son primitivos.
¿Puede haber algo más enfermo que querer destruir al objeto que proporciona amor, que protege y que cuida? Como el bebé que muerde el pecho que lo alimenta.
Cuando el desarrollo afectivo se detiene o queda estancado en la envidia, el sujeto no logra aprender, porque en lugar de abrirse a los nuevos conocimientos, está ocupado en envidiar al objeto.
Hay quienes hablan de “envidia sana”. No existe la envidia sana. Podríamos llamarla de cualquier otra manera, quizás “admiración”, pero la envidia es un afecto que conlleva el deseo de destrucción.
Sin embargo, la envidia evoluciona a través del desarrollo emocional. Pasa por varias etapas hasta lograr el reconocimiento de la dependencia y la capacidad de agradecer en lugar de querer destruir. Por tal razón, una persona cuyos afectos son evolucionados es capaz de agradecer. Ha logrado la gratitud.
Cuando un vínculo se disuelve porque evidentemente algo no funcionó, hay que reconocer qué cosas buenas nos dejó ese Otro. Porque si el vínculo permaneció el tiempo que permaneció, es porque algo bueno proporcionaba; de lo contrario, mal habla del individuo que nutrió el vínculo y que lo hizo perdurar en ese tiempo si ese otro, lo único que entregó fue cosas malas haciendo de su vida un imposible.
La Gratitud habla de salud mental.

Maritza Barreto

Dic 2014